Los seres humanos somos capaces de
equivocarnos una y otra vez, de seguir intentándolo. Y lo que es más
importante: aprender del proceso.
Gracias a nuestras inquietudes, a nuestra
curiosidad, a nuestra insaciable ambición por enfrentarnos a lo imposible, lo
hicimos posible. Pero, ¿cómo podríamos haberlo logrado si nos hubiéramos
rendido en el primer error?
Esa cualidad de los seres humanos, hombres
y mujeres, la del aprendizaje infinito, no sería posible si nadie se hubiera
atrevido a plantear una nueva solución, a intentar algo diferente y a no
detenerse en caso de no acertar. Y es que sin errores, no hay aciertos.
La vida está hecha de errores para
cometerlos, para aprender de ellos, para que crezcamos, creamos historias sobre
ellos, para descubrir quiénes somos. Las equivocaciones de nuestros personajes,
decía un profesor mío de guion, son las
que hacen humanas las películas.
El error es bello.
Fueron tantos los errores que yo cometí
durante el largo proceso, de puesta en escena, de producción, de rodaje, de
postproducción, de márketing… ¿Y qué? La magia que destilan estos chicos y su
profesora no se vio en absoluto afectada. Y ahí está el resultado. ¿Os habéis
fijado que hay un drop? No. ¿Os habéis fijado que hay errores de etalonaje? No.
Y en caso de que sí… ¿Y qué?
Esta vez hemos decidimos materializar la
nueva aventura a la que Piratas y Libélulas nos ha traído: el error es bello.
Piratas y Libélulas, no solo trata de una
nueva forma de enseñar y educar a los jóvenes, sino que fue un proceso de
aprendizaje en sí mismo.
Fue el primer documental que yo dirigía y
producía al mismo tiempo. Pensé que sería como un cortometraje, un poco más
largo. Pero no. El proceso se alargó más de cinco años en el tiempo, lo que
pudo conmigo. Perdí la conexión emocional con el proyecto. Haber dejado pasar cinco años, que yo
percibía como el gran error de mi vida, pronto se convirtió en el gran acierto,
gracias a las ideas frescas que aportaron mis nuevos coproductores, Eduardo y
Estefanía. Una vez más se cumple ese maravilloso dicho: todo lo que sucede
conviene.
Pero desde luego ya me ha quedado claro
que tratar de captar el diálogo de 20 adolescentes hablando a la vez con una
sola pértiga (micrófono) es una mala idea.
La historia de Mati y la de sus chicos y
chicas es la historia de la superación de los obstáculos. Obstáculos que a
veces nos ponemos nosotros a nosotros mismos en una especie de autoboicot que
nos impide hablar en público o relacionarnos con los demás por miedo, por pensar
que no gustaremos, que los demás piensan de nosotros tal y cual. En fin.
Menos mal que los vencimos todos. Ellos sus
ideas aprendidas o sentidas sobre la violencia y nosotros nuestras limitaciones
técnicas y de producción. Piratas y Libélulas es un documental que no solo
trata de la educación desde dentro, sino que fue un proceso de aprendizaje en
sí mismo. No solo muestra una nueva forma de abordar el aprendizaje, sino que
pone de manifiesto que nuestra vida es en sí misma un proceso de enseñanza. La
prueba-error. Y esa es la única manera de hacerlo bien, de aprender. Por eso
hemos decidido contarle al mundo esta historia, llena de belleza, llena de
errores.